Para seguir un poco con lo comentado el lunes sobre cómo cerrar puertas después de tomar una determinada decisión, vamos a profundizar un poco en cómo decide nuestro cerebro pues tal vez así, nos sea más fácil realizar todo el proceso: tomar la decisión, estar satisfechos con ella y entonces, cerrar las posibles alternativas. Ya hablé un poco de ello en el post ¿Decides con la cabeza o con el corazón?. Pero para empezar, en lugar de una explicación vamos a usar un ejemplo real, de una persona que de manera intuitiva entiende cómo funcionan esos mecanismos cerebrales y lo aprovecha en su favor. Para ello extraeré unos fragmentos de la entrevista que le hicieron la semana pasada a Mark Berger, supervisor de mezclas sonoras y montador, con cuatro Oscar de Hollywood en la Contra:
Todo fue por estar en el sitio correcto, en el tiempo correcto, con los conocimientos correctos y tener una gran suerte.
[...]
Todos los momentos clave de mi vida han sido el resultado de seguir mi intuición y mi corazón. Cuando ingresé en el Cuerpo de Paz, los que me rodeaban me decían: “¿¡Porqué quieres tirar tu carrera por la borda!?”.
Ellos estaban pensando en una vida normal con etapas bien establecidas, pero yo quería hacer otra cosa y he tenido la suerte de descubrir mi talento y que el resto sepa apreciarlo, y por el camino he aprendido un montón de cosas.
Si lo tienes todo muy planificado, pierdes las oportunidades de cambio, de que la fortuna te visite: rumbos y personas nuevas. Siempre hay que estar atento y pillar las oportunidades al vuelo, fiarte de tu instinto aunque no sepas adónde va a llevarte.
… Y conociendo, te conoces a ti mismo; enfrentándote a la incertidumbre descubres tus talentos, y eso es más importante que seguir un plan trazado. “Haced lo que os dé la gana”, les digo a mis alumnos.
Ya sabéis los que seguís mi blog que siempre abogo por el equilibrio y quizás Berger sea un caso extremo de persona que ha dejado que su vida se guíe por la intuición, incluso en algunos momentos por el azar. E incluso alguno podría decirme, oye Mertxe, que tu cuando nos hablas de coaching nos dices que tengamos objetivos y los planifiquemos….
Y ambas cosas son ciertas y ahí está la gracia y a la vez la dificultad. Nadie dijo que elegir fuera una tarea fácil. Aunque la discusión persiste entre los neurocientíficos, cada vez hay más evidencias, entre ellas las aportadas por Antonio Damasio (El error de Descartes) de que la separación racional-emocional, es casi imposible de realizar. Parece ser que primero sentimos las cosas (cerebro emocional-límbico), después esta información llega a la razón (córtex) y finalmente la razón vuelve a enviar información a los circuitos emocionales, formando así una especie de circuito de retroalimentaciones. Uno de los elementos que participa de estos circuitos es la intuición. La intuición ha sido considerada muchas veces como una especie de información que nos venía no se sabe muy bien de donde (un sexto sentido, le denominaban algunos y cosas de mujeres, otros) y que nos daba unas informaciones que poco tenían de racionales. Investigadores como Damasio contradicen esta creencia ya que consideran que la intuición es la condensación, a un nivel no consciente, de múltiples razonamientos e informaciones que reúnen emoción y razón. Es por lo tanto una fuente riquísima de informaciones, muy completa y también una herramienta muy potente a la hora de tomar decisiones si la sabemos utilizar correctamente. Es también un pozo de creatividad e innovación.
Por tanto, debemos encontrar un adecuado equilibrio entre la planificación (parte racional) y la intuición (parte emocional). La planificación nos marca un camino, nos hace de guía, nos ayuda a tener la perseverancia de conseguir nuestras metas, pero la intuición nos indica cuando es el momento de dar un giro, de cambiar de dirección, de seguir el camino de nuestro corazón. Encontrar ese equilibrio es una de la tareas de una vida feliz.
Y no olvidarnos que la mayoría de las veces, la decisión ya está tomada y la explicación racional no es más que el modo que tenemos de justificarnos a nosotros mismos por qué hacemos lo que hacemos. Y eso lo saben muy bien los profesionales del marketing emocional, aunque eso será tema de otro post.
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Hola amigo!
ResponderEliminarexcelente post!
te mando un abrazo!!