Compromiso moral
Podemos comprender ahora con cierta facilidad que la vivencia de una honda experiencia de felicidad esta íntimamente relacionada con una firme posición moral. Yo soy feliz cuando expreso el ser que soy, el amor que me constituye como ser, y que se expresa como un compromiso absoluto con el bien de los demás, y esto exige que yo tome partido decididamente por la paz, por la justicia, por la solidaridad hacia los demás, y tan decididamente como eso me oponga a la violencia, a la separación, a toda práctica discriminatoria. Ser feliz no es un egoísmo, sino un salir de sí para darse a los demás de forma positiva y creadora.
Ser feliz me exige tomar parte en toda la problematicidad que recorre el universo humano, la política, la economía, las organizaciones nacionales e internacionales. Tengo la necesidad de reconocer con toda honestidad que las normas vigentes en la humanidad actualmente son negativas, injustas y corruptas. Hasta tal punto que organizaciones mundiales, tales como la Organización de las naciones unidas, están esencialmente viciadas. A la hora de la verdad son inoperantes, no resuelven ningún problema, sino que los crean. Debo reconocer que esta humanidad infeliz, injusta, en la que la mayoría de los recursos producidos por el trabajo de millones de personas, algunas pocas, muy pocas, quizá menos de veinte, los usan para construir armas tales que si se usasen se exterminaría la vida de la tierra, esta humanidad repito, no puede ser feliz de ninguna manera.
Para ser feliz honda y plenamente se necesita poseer un alto grado de lucidez espiritual y quien no perciba con fuerza este desastre que hemos hecho los humanos, no tiene tal lucidez adquirida. No pude se feliz. No hablamos de la felicidad de los topos, hablamos de la felicidad de los iluminados. Vivimos ciegos en un mundo de ciegos. ¿Cómo es posible que los creyentes de las tres grandes religiones monoteístas, cuyas verdades fundamentales son las mismas, se estén matando entre sí, por espejismos carentes de todo valor? Dice un judío: yo creo en un solo Dios, dice un cristiano: yo creo en un solo Dios, dice un musulmán: yo creo en solo Dios. Perfecto, en nombre de ese único Dios vamos a darnos el abrazo de hermanos. Ah, no. Si no eres judío, no vale tu fe; tampoco vale tu fe si no eres cristiano, replica el cristiano. Pero el musulmán afirma rotundamente, de nada les vale ni a uno ni a otro, si no son musulmanes. Así ser judío es más que Dios, ser cristiano o musulmán lo es también. ¿Cómo es posible tanta ceguera? Es posible porque un enorme peso de miedo cierra nuestros ojos y nos impide ver.
Una persona iluminada, feliz, comprende que el mundo humano deberá excluir todo miedo de unos por otros, porque todos somos uno. Cómo podrá ello ser realizado es una pregunta angustiante, pero tiene una respuesta viable. Quienes hayan llegado a la paz interior, al amor incondicionado, viven ya ese mundo razonable, sin miedos; ellos pueden hacer el proyecto porque lo entienden, lo viven. Hasta ahora la población del mundo vive encadenada dentro de cárceles crueles, llamadas fronteras, y dentro de cada frontera otras cárceles encierran a las personas, tales como posición social, raza, color, sexo, culturas, etc. Y allí cada cual es llamado a defender su frontera, a enfrentar a los demás, a defenderse, a atacar los invasores.
La verdad es, sin embargo, que todos somos uno, todos somos hermanos, nadie es ajeno. Quien vive esto es feliz, es luz para el mundo, y solo él. Sin este compromiso moral con la humanidad nadie puede ser feliz.
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