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viernes, 17 de agosto de 2012

SIMON BARON-COHEN


Tuve la suerte de entrevistar hace unos años en Gran Bretaña a Simon Baron-Cohen, un psiquiatra y neurocientífico que está dedicando la segunda parte de su vida al análisis de la crueldad humana. Tal vez porque el comienzo de todo para él empezó cuando tenía siete años y su padre le explicó cómo los nazis habían convertido a judíos en portalámparas.
La perversión de tratar a los humanos como objetos no fue solo de los nazis; y es muy bueno que todo un equipo de científicos se dedique a descubrir los pormenores de este comportamiento que deriva en tratarlos con crueldad; entendida no desde el punto de vista del mal, sino de lafalta de empatía. ¿Cuáles son las razones que incitan esta ausencia de empatía que alimenta sin duda la crueldad de unos contra otros?
Tal vez lo primero que habría que recordar es que no ha habido un solo holocausto, sino varios; entre otros, uno en España, porque eso es lo que fue la Guerra Civil española: otro holocausto no menos real que el de Auschwitz. Pero cuando se buscan las razones últimas de la crueldad, basta con contemplarla en un solo individuo. Simon Baron-Cohen cuenta lo que pudo presenciar en un mercado de Nairobi hace apenas unos años. Estaban paseando por una barriada y, al llegar a un mercadillo, súbitamente, una mujer lanzó un grito desgarrador. Resulta que un delincuente le cortó a la mujer el dedo anular de la mano izquierda para llevarse con el dedo el anillo. Al delincuente lo que le interesaba era el anillo, porque en su mente había objetivado a las personas en objetos.
El campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, en Polonia. Se estima que allí los nazis asesinaron a más de un millón y medio de personas (imagen: Icars / Flickr).
Es muy probable que la persona que no dudó ni un instante en cortarle el dedo a la señora para hacerse con el anillo fuera un psicópata; es decir, alguien con empatía cero o menos que cero. Se calcula que existe un uno por ciento de psicópatas, que es mucho y, sobre todo, el porcentaje es constante, lo que no quiere decir que no aumente el número de psicópatas en términos absolutos. ¿Pueden identificarse los psicópatas aunque vayan trajeados y con corbata? Pues sí; hace años que pudieron definirse científicamente sus rasgos.
Los psicópatas intentan aparentar lo que no son; por eso es habitual que su apariencia sea normal y hasta afable. Nunca dan muestras de ansiedad o sentimiento de culpa. Obviamente, no son personas de las que te puedas fiar. No es nada extraño que den muestras continuas de egocentrismo. Son incapaces de generar una relación duradera de amistad, y no intente castigarlos con ánimo de enseñarles porque no entienden nada de lo que ataña a la justicia. No sirven como ejemplo del buen funcionamiento de sus emociones; entre otras cosas, porque se caracterizan por su ausencia total de empatía. Son incapaces de prever el impacto de su conducta sobre los demás; no se enteran. Por último, son incapaces de planificar de cara al futuro.
Sabemos, pues, cómo son los psicópatas y hasta intuimos cómo les gusta ir disfrazados. Es muy importante para poder identificarlos y evitar que causen daños innecesarios. Pero es más importante todavía darse cuenta de que, para ellos, el mundo no se divide entre ellos y los demás, sino simplemente en lo que les afecta exclusivamente a ellos de una manera u otra. Hasta ahora la ciencia nos demuestra que no es fácil convertir a los psicópatas en personas normales, por el hecho sencillo de que no están debidamente conectados con el resto, de que no son sociales, de que de sus actos no depende el que los demás vivan más tranquilos, sino peor. Algo sí tenemos que agradecerles a los psicópatas… y es habernos enseñado que sirve de muy poco intentar evitar el mal por el mal; lo importante es inundar el mundo de empatía, que es justamente lo que ellos no tienen.

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