“Quien tiene algo por qué vivir,
es capaz de soportar cualquier cómo”
Nietzche
Nunca antes en la historia de la humanidad, los seres humanos habíamos disfrutado de tanta libertad de acción y decisión como en esta época. El reconocimiento de este poder nos permite la posibilidad de decidir el rumbo, el sentido, la actitud y los valores con que viviremos. Sin embargo, esta libertad tiene su contraparte: asumir la responsabilidad de nuestra propia vida y de nuestros actos.
Antiguamente el ser humano guiaba su vida a través de arraigadas tradiciones culturales y/o por imposición del estado o gobierno. Esto ha cambiado, actualmente la humanidad enfrenta el desafío de su propia libertad. Constantemente nos vemos en el predicamento de decidir por nosotros mismos nuestra conducta diaria, los propósitos que guiarán nuestra existencia y los valores que queremos encarnar, proteger y heredar a las nuevas generaciones. A los animales les guía el instinto, a las personas sus propias decisiones y éstas siempre traen consecuencias a corto, mediano o largo plazo.
Importancia del propósito
Tanto la libertad humana como la vida misma son dones divinos que nos han sido otorgados para lograr algo superior, algo que nos permita crecer y evolucionar como seres humanos y ese propósito está inscrito en nuestra propia alma. Lo vemos desplegarse cuando descubrimos cuál es nuestra misión en la vida y permitimos que ésta nos guíe. Cuando es así, podemos esperar la muerte con la paz que nos da un deber cumplido a plenitud. Por eso es una aspiración profundamente humana el anhelo de tener una vida significativa; más allá de la mera sobrevivencia o el placer de corto plazo que nos es tan atractivo a la hora de tomar decisiones.
Hace tiempo se realizó en Francia y en Viena una encuesta. Los resultados demostraron que el 60% de la población reconocía que el hombre necesita “algo” por qué vivir. El 61% admitía que había algo, o alguien, en sus vidas por cuya causa estaban dispuestos incluso a morir.
Este resultado confirma que los seres humanos necesitamos un para qué vivir, claro y significativo, que valga el dolor y el esfuerzo que la vida implica en muchas circunstancias. Por ello, la tarea fundamental de la vida personal es descubrir (no inventar) el llamado del alma, escuchar nuestra sabiduría interior para alinearnos a esa misión inscrita en nuestra conciencia y actuar día a día plenamente conscientes de a dónde vamos, hacia dónde están dirigidos nuestros afanes. El hecho de conocer el sentido de nuestra propia vida da propósito y dirección a nuestra existencia. Y nuestra libertad nos permite experimentar el camino que nos acerca a ser en esta experiencia humana, lo que en el alma ya se es. De otra manera, como dice el poeta Machado: “el hombre abrirá el frío aposento de su vida, y encontrará desierta cama, y turbio espejo y corazón vacío”.
Deterioro
La frustración del anhelo de hacer de nuestra vida algo verdaderamente significativo. Nuestra conciencia y potencial más elevado se adormecen; nuestro cuerpo y mente se enferman y nuestra fuerza moral se debilita hasta el grado de desear morir.
Carl Jung, uno de los más grandes psiquiatras de nuestro tiempo, sostuvo que después de los 35 años de edad, toda crisis emocional es una crisis espiritual o una crisis de significado.
Por su parte, Viktor Frankl, psiquiatra muy reconocido quien estuvo preso en los campos de concentración nazi de la Segunda Guerra Mundial, afirmó que la neurosis no es más que la búsqueda desesperada de dar sentido a la propia vida, al sufrimiento. Que al perder el sentido de la vida se establece la angustia existencial: una sensación de vacío y falta de significado que termina por enfermarnos mentalmente.
De acuerdo a una sorprendente investigación, el factor de mayor predicción de ataques cardiacos no se debe al nivel de colesterol, o la falta de ejercicio o una presión arterial alta. La mayoría de los ataques cardiacos se presentan el lunes entre las 8 y las 9 horas. Los investigadores consideraron que se debe a que enfrentamos una semana de trabajo que no tiene mucho sentido para nosotros, que no disfrutamos, o que sentimos que no impulsa nuestro desarrollo.
Por otra parte, cuando Boeing, la compañía aeroespacial más grande del mundo, con su matriz en Chicago, Ill., estudió la incidencia de dolores de espalda entre 31,200 empleados en Seattle, resultó que el mejor factor de predicción de dolor en las espalda baja era la insatisfacción con el empleo. Sí, podemos observar el hecho de que los temas espirituales y emocionales afectan la salud física dado que somos un todo integral.
Cuando se estudia lo relacionado a la motivación humana, se sabe que lo que, a mayoría de la gente, más le importa, no son sueldos más elevados o mayores beneficios, sino que la preocupación más profunda se enfoca más hacia la falta de significado y propósito que experimenta en su trabajo o en sus relaciones.
Por estas razones, la fuerza, el poder, la motivación o el impulso que el ser humano tiene para enfrentar la vida (incluso el sufrimiento), es descubrir y encarnar el sentido de su propia vida. Descubrir el sentido de nuestras vidas, es fundamental para recorrer el camino de la autorrealización y la plenitud.
¿Qué le otorga sentido a la existencia?
El ser humano está dispuesto a sobreponerse al sufrimiento, a condición que éste tenga algún sentido y ese sentido nosotros se lo otorgamos cuando decidimos soltar nuestro egoísmo para abrirnos al encuentro amoroso con los demás. Entonces nos conectamos con nuestro poder personal, con la fuente interna de sabiduría y alegría.
En cualquier momento de nuestras vidas podemos enfrentar una situación externa excepcionalmente difícil e incluso trágica; el hecho de vernos ante la existencia desnuda, despojados de todo aquello en que apoyábamos nuestra vida nos hará buscar un punto de apoyo para transitar y superar el dolor. Mientras más dura sea la experiencia, más necesidad tendrás de dar un sentido o significado espiritual a la experiencia dolorosa para poder superarla o asimilarla y no evadirte en vicios, recriminaciones, culpas, violencia o autodestrucción. Por eso existe un dicho sabio: “Cambia, antes de que el maestro dolor te haga cambiar”.
Nadie escapa del sufrimiento en esta vida, es una experiencia connatural a la existencia y seguramente tú has vivido experiencias dolorosas de diversa índole: pérdidas, cambios, frustraciones, desamores, agresiones y dificultades difíciles de superar. Una causa de sufrimiento es haber olvidado quiénes somos, nuestro origen divino; otra causa es el apego a las cosas o experiencias que son, por naturaleza, cambiantes.
¿Qué hacer entonces?
Primero, es necesario comprender que toda pérdida es oportunidad de transformación, renovación y crecimiento.
Segundo, comprender que toda relación no es sino un espejo en el cual podemos ver con claridad el reflejo de nuestra actitud para vivir y relacionarnos. No se trata de culpar a nadie, ni siquiera a nosotros mismos, sino sólo de preguntarnos ¿qué sucede dentro de mí que está creando esta situación dolorosa?
Tercero, comprender que cuando tenemos un propósito elevado, que trasciende incluso a nuestros pequeños deseos, encontramos la fortaleza interior para seguir adelante. Puede ser tu relación con Dios, el amor a tus hijos, a tus padres, tus valores y convicciones más profundas, tus deberes libremente asumidos o tus metas y trabajo significativo por cumplir.
Víctor Frankl, afirmó que el contar con una dimensión divina y religiosa de lo humano, les permitió a algunos prisioneros de los campos de concentración, vivir con dignidad, sobrevivir a sus propias tragedias y darle sentido a su sufrimiento, entrando a las cámaras de gas con el “Padre Nuestro” en los labios o el “Shema Yirsael”. Es en su dimensión espiritual en donde el hombre encuentra el sentido de la existencia: “Es esta libertad espiritual que no se nos puede arrebatar, lo que hace que la vida tenga sentido y propósito”.
Valores humanos que dan significado a la vida
Los valores son los que nos permiten enfrentan el desafío de la triada trágica: la culpa, el sufrimiento y la muerte, y los podemos reconocer como los que en seguida enumero.
1. De creación. Lo que aporto, lo que doy de mí al mundo, por ejemplo el trabajo, el servicio, la investigación, el arte, etc. Es aquello que considero mi deber, mi misión.
2. Valores de experiencia. Lo que recibo del mundo, y qué me genera, cuando puedo valorarlo, gratitud.
3. Valores de actitud: Es la libertad para decidir con qué actitud quiero enfrentar aquello que no puedo evitar.
¿Qué es en realidad el hombre?
Les comparto una práctica espiritual para auto-indagar en tu propia sabiduría interior: En las mañanas o al terminar el día, pregunta a Dios en oración, a tu ser interior, a tu propia alma: ¿Quién soy? ¿Cuál es el sentido de mi vida? ¿Qué quiero yo? ¿Para qué nací? ¿Qué es aquello que debo aprender, experimentar y dar en esta vida? Está alerta a la respuesta, puede venir como sincronicidades (coincidencias significativas) que se manifiestan en tu día; escucha tu intuición, es la voz del alma, escucha la sabiduría del amor que todo lo puede.
“El hombre es el ser que siempre, a cada instante, decide lo que es. Es el ser que ha inventado las cámaras de gas, pero asimismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración”. Víctor Frankl.
Rosa Elena Contreras es psicóloga, y consultora sobre superación personal
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