La misericordia de Dios en nuestras vidas – Qué hermosa es la misericordia de Dios. Qué precioso es pensar que Dios se compadece por nosotros.
Nunca dudemos de la misericordia de Dios. No importa qué tan grande sea nuestro pecado, la misericordia de Dios es aún más grande.
El gran error de Caín y Judas fue creer que sus pecados eran tan grandes que no podían ser perdonados. Se olvidaron de que Dios se deleitaLA ÚLTIMA CENA en su misericordia.
La misericordia de Dios es mayor que tus pecados; es mayor que tu caída y es mayor que tus errores.
3. La oración – Debemos conocer a Dios en el diálogo de la oración. Nuestro conocimiento de Dios se profundiza en los momentos de intimidad.
En su fidelidad – ¡Dios es obstinadamente fiel! Él promete darnos una vida abundante y un propósito para vivir. Así lo ha hecho siempre y así seguirá haciéndolo pues Dios es el mismo, hoy, ayer y por los siglos.
Pero no se puede conocer a Dios abstractamente. Ese conocimiento implica algo más.
OBEDECER A DIOS –La esencia del pecado es la desobediencia. La esencia de la santidad es la obediencia. Obedecer a Dios.
Juan y Pedro testificaron de esto en el mismo comienzo de la Iglesia: «Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres». Obedecer es la clave de la vida con propósito.
Kierkegaard, investigando el sentido de la vida, descubre que la gente no tiene fe. Tiene creencias, pero no fe. Tiene ideas, pero no fe. Y pregunta: «¿Por qué es difícil tener fe? Y él mismo responde: “Es difícil tener fe porque es difícil obedecer”.»
¿Qué es tener fe? Es obedecer a la Palabra de Dios. Es obedecer a la voz del Espíritu cuando habla a nuestro corazón.
Una vida de fe es una vida gozosa.Niños felices
Saúl fue un gran hombre de Dios. Tenía celo para con Dios. Fue el ungido de Dios. Fue un profeta de Dios que profetizaba con los hijos de los profetas. Era un hombre apasionado por Dios.
En un momento, Samuel le dice que Dios lo haría rey. Pero también le dice: «Espera siete días hasta que yo vaya».
Pero Saúl se cansa de esperar a Samuel, y por su cuenta, toma decisiones espirituales.
Cuando finalmente Samuel llega, le dice: «Locamente has hecho. Obedecer es mejor que los sacrificios. No serás rey. Hay otro mejor que tú».
No basta creer en Dios, hay que obedecer a Dios.
Cuando aprendimos a caminar, no lo hicimos de repente. Fue un proceso. Primero un pequeño paso, luego otro y así sucesivamente hasta que aprendimos a correr.
En el aprendizaje de la fe es igual. Comencemos a obedecer a Dios en las cosas pequeñas y llegaremos a correr en la senda de la fe.
Empecemos por las cosas pequeñas para alcanzar las cosas grandes. Dones, ministerios, tareas para Dios.
La pregunta que debe movilizar nuestra vida es: «“Señor, qué quieres que haga».
Cuando Saulo se encontró con Jesucristo en el camino a Damasco, hizo dos preguntas: (1) «Señor, ¿quién eres?», la pregunta de la identidad, y luego, (2) «Señor, ¿qué quieres que haga?», la pregunta de la actividad.
Nunca hay una conversión verdadera si ambas preguntas no son respondidas continuamente. «Señor, ¿quién eres?», conocer a Dios en lo profundo de su majestad. «Señor, ¿qué quieres que haga?» ¿Cómo puedo trabajar en la extensión del Reino de Dios?
Esto nos lleva al tercer punto.
TRABAJAR PARA DIOS – Para la extensión del Reino de Dios. ¡Tamaña tarea!
Hablando de él, pues somos sus testigos.
Trabajando para él, pues somos sus colaboradores.
Viviendo para él pues somos sus redimidos.
Cuando Jesús estaba volviendo al Padre, nos dijo que recibiríamos poder para trabajar para él. El Espíritu Santo es una promesa que implica una tarea a realizar. Ser testigos. Para eso es el poder. Para predicar, para proclamar, para ser testigos hasta lo último de la Tierra.
El poder recibido no es para exponerlo orgullosamente sino para utilizarlo en beneficio de la extensión del Reino de Dios.
Experimentar el verdadero propósito de la vida será directamente proporcional a nuestro conocimiento de Dios, a la obediencia a sus mandamientos y al compromiso de trabajar en la extensión del Reino de Dios hasta que él vuelva.
Disfrutar de una vida con propósito será una realidad únicamente cuando nuestra mirada está puesta primeramente en Dios.
Vivamos la vida cristiana como debe ser vivida o dediquémonos a otra cosa. Fuimos llamados a conocer a Dios, obedecerlo y trabajar para él.
Dios quiere que vivamos una vida con propósito o que nos dediquemos a otra cosa.
¿Saben quién me enseñó esto?
Un gran predicador, un gran maestro. Tenía un poder fuera de lo común con señales y maravillas. Todo el mundo lo seguía y reunió a hombres yATARDECER EN EL MAR.1 mujeres de todas partes para escucharlo. ¡Qué autoridad! ¡Qué enseñanzas! ¡Jamás un predicador habló como aquel!
Les habló al corazón y les dijo: «Esta es la vida eterna, la vida con propósito: Que conozcan a Dios, que obedezcan a Dios y que trabajen para Dios. Que tomen la cruz cada día y que me sigan». Aquel predicador se llamaba Jesús, quien también dijo a los suyos: Esto es lo que requiero para los que me siguen; ustedes, «¿Quieren irse? ¡Váyanse!» Pero había un hombre entre aquellos que lo seguían que dijo: «Señor, ¿a quién iremos? Nosotros hemos conocido que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente».
Ser cristiano no es un juego. Fuimos llamados a vivir una vida cristiana de poder y no debemos conformarnos con menos.
Todavía hoy retumban las palabras de Jesús: «¿Ustedes también quieren irse?”
Para vivir una vida plena, con propósito y ser hombres y mujeres de los que Jesús podría decir: «Bien, siervo fiel» debemos decidirnos a vivir como Dios quiere que vivamos.
Muchos años tras la cantante Amy Grand decía en una de sus canciones: «He decidido vivir como un creyente». Esa es la clave diaria para cada uno de nosotros: tomar la decisión de vivir como debe vivir un creyente y practicar ese tipo de vida cada día. De esa manera no solo conoceremos el propósito de la vida sino que viviremos de acuerdo a la voluntad de Aquel a quien debemos conocer profundamente.
«Esta es la vida; este es el propósito de la vida: Que te conozcan a ti». Jesús.
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