Desde la perspectiva budista, podemos hacer una sinopsis de la finalidad de nuestra existencia: - vivir una vida significativa y morir sin remordimiento alguno -. Es claro que el primer factor desemboca naturalmente en el segundo. Sin embargo es indispensable preguntarnos, ¿qué conlleva vivir una vida significativa? Más aún es imprescindible que en este proceso de indagación, nos ‘probemos’ los ‘zapatos’ de aquello que redunda en vivir una vida significativa.
Cuatro factores son centrales para vivir una vida significativa. El primero de ellos, el cultivo de la virtud, es una expresión natural de una mente y corazón en balance. Aquí, no nos referimos a un tipo particular de virtud; sino más bien al cultivo de aquellos valores que son universalmente contemplados como constructivos. Al mismo tiempo, evitar las actitudes no virtuosas, tales como mentir o hablar mal de otros, es esencial.
La búsqueda de la felicidad genuina es el segundo ingrediente para vivir una vida significativa. El tipo de felicidad al que hacemos mención, trasciende el que las cosas externas resulten de la manera planeada. Para fortalecer esta aseveración basta verificar en nuestra propia experiencia lo siguiente:
• a veces contamos con mayor afluencia y a veces con menos
• en ocasiones encontramos situaciones placenteras y en otras éstas son displacenteras
• un día ‘el mundo’ nos alaba y al siguiente somos vistos negativamente
• finalmente; la aceptación, el reconocimiento y la fama son tan volátiles como la bolsa de valores
Podemos estar seguros de que estas condiciones fluctuarán sin cesar; sin importar lo que hagamos. Simplemente éstas están fuera de nuestro control. Por tanto, dejemos de invertir la esencia de nuestra vida en ellas, y volquemos nuestra búsqueda hacia la consecución de la felicidad genuina.
La tradición budista sostiene que alcanzar la felicidad genuina, incluso en situaciones difíciles o fuera de nuestro control, es factible. Lo anterior debido a que nuestro ser, de forma innata, posee serenidad, claridad y gozo. Por tanto, en lugar de buscar en una fuente externa las condiciones para nuestro bienestar, descubramos y desarrollemos nuestras cualidades innatas para, así, florecer.
El tercer elemento que conforma a una vida significativa es la búsqueda de la verdad. Es decir, llegar a entender de una manera directa la naturaleza de la realidad. Lo cual conlleva al entendimiento de que todos los fenómenos son impermanentes e interdependientes. Eventualmente, con el pasar de los años, observaremos un crecimiento en dicho entendimiento, y la natural expresión de nuestra sabiduría.
Mientras más cultivemos la virtud, un sentimiento interno de bienestar y un mayor entendimiento, tendremos que mantener presente que nos encontramos activos en el mundo. Por tanto, el cuarto ingrediente para vivir una vida significativa es ser de servicio y beneficio a los que nos rodean.
Existe una tremenda dulzura, debido a su natural interdependencia, en el cultivo de estos cuatro elementos. Nuestra misión reside, entonces, en descubrir tal dulzura, y permitir que ésta dirija nuestra vida “al encuentro de la felicidad genuina”.
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